Postby LUISMA » Wed Apr 06, 2016 7:02 pm
Hola a todos.
El foro me permite de nuevo el acceso. Qué cosas tiene la tecnología, oigan. Llevo más de dos meses sin poder entrar y hoy, con un virus (de gastroeteritis galopante, creo yo) va y me deja. En fin...
En primer lugar, quiero manifestar que suscribo plenamente las palabras de Glauka. Dicho queda.
Por otra parte, tengo la sensación de que todavía sigo, de alguna manera, en Boiro. La idea de haber sido parte de algo tan maravilloso como lo fue el homenaje a Javier no acaba de abandonarme.
Y como ya sabéis que me pongo pelma cuando quiero explicarme, sólo os diré que me he permitido escribir estas décimas a modo de crónica para tratar de agradecer esos momentos a todos los que lo hicisteis posible. Aquí os las dejo.
DÉCIMAS DE BOIRO
Don Suso Santamaría,
a la sazón promotor
de sueños y explorador
de atajos entre utopías,
nos convocaba aquel día
del modo más perentorio
a escapar del purgatorio
de la ausencia de Javier
y, como era menester,
nos sumamos al jolgorio
Desde el norte, desde el sur,
de poniente y de levante,
cual chiquillos expectantes,
acudimos al albur
del ingenio de un augur
que supo ser incendiario
esgrimiendo el diccionario
frente a la mediocridad,
(bendita barbaridad),
encima de un escenario.
Todo estaba preparado:
Mi Glauka, en primera fila,
atiborrada de tilas,
con los pulsos desbocados,
Wyoming acatarrado
y a la vera de la greña
indómita de Guereña,
su Andreas y su Fernando,
llorando de contrabando,
callando como quien sueña.
Cayeron por fin los velos
y Javier, allí presente,
se hizo bronce entre la gente
en un rumor de pañuelos.
Con la moral por los suelos,
la muerte, en su desconcierto,
huyó dejando a los muertos
más vivos de lo que estaban,
así que sólo faltaba
que comenzase el concierto.
Y qué concierto, señores,
tan bizarro y tan torero,
con nuestros tres mosqueteros
cantando como tenores,
juglares y pornoautores,
pequeños valses vieneses,
y el coro de feligreses
que al clarear la alborada
salía de la Pousada
con el alma haciendo eses.
Pero todo se termina.
Con los prodigios cumplidos
tocaba volver al nido
a mancharnos de rutina,
aunque un tul de nicotina
se enredaba en el ambiente,
Boiro estaba…diferente,
y eterno en su peatonal,
Javier, como es natural,
fumaba tan ricamente.
Bueno, pues eso.
Salud!